El sábado nos decidimos a ir a pasar el día al Señorío de Bertiz. La idea era un paseo para hacer hambre, comer un bocadillo y volvernos, pero el día dió para más, para mucho más.
Elegimos la segunda ruta más larga, la de 8km ida y otros tanto de vuelta.
Después de casi dos horas subiendo, incluyendo una paradica a descansar, llegamos al final y no había nada, pero nada de nada, sólo una puerta de entrada al señorío que encima estaba cerrada.
Una vez allí y teniendo conexión con la ruta larga decidimos cogerla con la esperanza de hubiese algo arriba, aunque sea un banco o una fuente.
Grave error, porque el camino de enlace era infernal, con dos cuestas realmente empinadas que nos costó dios y ayuda subir. Pero después de un gran esfuerzo y un descanso, llegamos al camino largo donde todavía nos quedaban cerca de 1.000 metros para coronar. Dentro de mi cabeza estaba la esperanza de que cada curva fuese la última, de poder parar a comer, pero pasaban curvas y lo único que había era más curvas. Finalmente y cuando las fuerzas ya no acompañaban, llegamos al final. ¿Qué había? ¡Nada! Una casa en ruinas y ni si quiera un sitio donde poder coger agua.
Pero bueno, por lo menos nos comimos el bocata con unas vistas privilegiadas.
Tocaba bajar. Por delante 11km de bajada que a la postre fueron criminales para mis pies, ya que me salió una ampolla y el pie acabo destrozado. Cuando ya llevábamos más de una hora de descenso, Javi vió un hito con algo parecido a un 6. Digimos que no podía ser, que sería una G y que no podíamos estar tan lejos, y seguimos andando. Pero 1000 metros más abajo la cruda realidad nos enseñó un hito con un 5 grabado. Se confirmaba el anterior 6 y que estábamos a tomar por saco del coche.
Cuando quedaban 3,6km Alicia tuvo un ataque de algo, cogió un ritmo infernal y se fue sola para abajo. Javi y yo nos quedamos bajando a nuestro ritmo y la verdad es que acabamos bastante bien, cansados, pero bien.
Cuando llegamos al coche, Alicia estaba sentada con un cigarro disfrutando por fin de un merecido descanso. Unas cañas con limón fueron lo que necesitábamos para coger algo de fuerzas para volver a Pamplona.
La próxima caminata esperemos que sea más horizontal.
El saber sí ocupa lugar.
Hace 7 años